En lo profundo by Isaac Asimov

En lo profundo by Isaac Asimov

autor:Isaac Asimov [Asimov, Isaac]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción, Novela, Relato
editor: ePubLibre
publicado: 1962-06-15T00:00:00+00:00


5

Laura se despertó sobresaltada. ¿Qué había pasado? Le pareció como si la hubiesen pinchado con un alfiler.

El sol de la tarde le daba de pleno en la cara, deslumbrándola y haciéndola parpadear. Bajó la cortinilla y luego se inclinó para mirar a Walter.

La sorprendió algo encontrarlo con los ojos abiertos. A la sazón tenía que estar dormido. Consultó su reloj de pulsera. Sí, tendría que estar dormido. Y aún faltaba más de una hora para el otro biberón. Ella daba el biberón al niño siempre que éste se lo pedía con sus lloriqueos, pero por lo general Walter era un verdadero reloj.

Le hizo una mueca cariñosa.

—¿Tienes hambre, cielito?

Walter no se inmutó y Laura sintió una ligera decepción, pues le hubiera gustado verlo sonreír. En realidad, lo que le hubiera gustado es que se hubiese echado a reír, le hubiese rodeado el cuello con sus bracitos gordezuelos, abrazándola y diciéndole mamá pero sabía que aún no podía hacer nada de eso. Aunque sí podía sonreír.

Le tocó la barbilla con el meñique.

—Abu, abu, abu.

El niño siempre sonreía cuando le hacía eso. Pero esta vez sólo se limitó a parpadear.

—Supongo que no estará enfermo —se dijo Laura, preocupada. Y miró a la señora Ellis con expresión afligida.

La señora Ellis dejó la revista que estaba leyendo.

—¿Ocurre algo, querida?

—No sé. Walter se está muy callado y quietecito.

—Pobrecillo. Debe de estar cansado.

—¿Y por qué no duerme?

—Estará extrañado por lo que le rodea. Probablemente se está preguntando qué es todo esto.

La señora se levantó, cruzó el pasillo y se inclinó sobre Laura, acercando su cara a la de Walter.

—Te preguntas qué es todo, ¿eh, tunantuelo? Sí, estás extrañado. Te estás preguntando: ¿dónde está mi cunita y mis animalitos pintados en la pared?

Entonces la señora se puso a hacerle carantoñas y arrumacos, lanzando ridículos grititos.

Walter apartó los ojos del rostro de su madre y se puso a mirar sombríamente a la señora Ellis. Lista se enderezó de pronto y su rostro se contrajo en una mueca de dolor. Llevándose la mano a la cabeza, murmuró:

—¡Buen Dios! Qué dolor tan extraño.

—¿Cree usted que tiene hambre? —preguntó Laura.

—¡Ay, Señor! —dijo la señora Ellis, mientras su rostro recuperaba la expresión normal—. Cuando tienen gana saben manifestarlo. No le pasa nada. Yo he tenido tres hijos, querida, y tengo experiencia.

—Me parece que voy a pedir a la azafata que ponga otra botella a calentar.

—Si eso tiene que tranquilizarla…

La azafata le trajo el biberón y Laura sacó al pequeño Walter de la canasta, diciéndole:

—Ahora tomarás este biberoncito, después te cambiaré y luego…

Acomodó la cabeza del niño sobre su brazo doblado, se inclinó para hacerle una caricia en la mejilla y luego lo atrajo hacia sí mientras le acercaba la botella a los labios…

¡El niño lanzó un penetrante chillido!

Tenía la boca abierta, extendió los brazos con los dedos muy separados y puso todo el cuerpo tan rígido y duro como si tuviese el tétanos. De esta manera chilló. Su agudo chillido resonó en toda la cabina.

Laura gritó también. El biberón cayó de su mano y se rompió contra el suelo, esparciendo la leche.



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